miércoles, 11 de agosto de 2010

Las verdes praderas

El título de esta entrada se corresponde al de una película española protagonizada por Alfredo Landa y que hace poco he tenido la ocasión de ver.

En la película se narra el fin de semana de una familia de clase media de Madrid. Yo creo que está ambientada a principios de los 80.

Me ha gustado, porque me ha recordado a muchos de los momentos de mi infancia y mi adolescencia. Mis padres, al igual que les pasa al personaje de Alfredo Landa y a su mujer, también pertenecieron a esa clase media de finales de los 70 y primeros de los 80 que gozaban de una posición cómoda fruto del esfuerzo personal. Así, al igual que en la película, los fines de semana nos íbamos a una parcela que tuvimos primero en el campo y, posteriormente, un bungalow en los Arenales del Sol.

Lo cierto es, que al igual que en la película, nadie disfrutaba de esos momentos en la naturaleza o alejados del bullicio de la ciudad: mi padre porque aún así, tenía que salir escopetado para el aeropuerto todos los fines de semana; mi madre porque se pasaba el rato haciendo maletas, deshaciéndolas, volviéndolas a hacer, cocinando y limpiando la casa y cuidando las plantas y nosotras, por lo general, aburridas como una mona, ya que tanto en el campo como en la playa, fuera de la época estival, no había ni un solo niño con el que jugar. Nos poníamos muy pesadas para que nuestros padres nos dejaran invitar a alguna amiga o a alguna de mis primas.

Cuando crecimos un poco, esta situación empeoró, ya que cuando tienes 15 años, te apetece mucho estar con tu grupo de amistades. Recuerdo que odiaba ir a la casa de la playa, porque me desconectaba de mis amistades durante tres meses y apenas me daban permiso para coger el autobús e ir a Alicante a pasar la tarde. Hasta los 16 años, no empecé a aceptar la playa para pasar el verano. Fue mi primer verano de trabajo y lo hice por no estar aburrida. Gracias al trabajo, hice mis primeras amistades de verano.

El tiempo pasó, conocí a mi exmarido y me fui a vivir con él enseguida. Las primeras semanas vivimos en la ciudad, pero pronto, por razones de trabajo, nos fuimos a vivir al campo. Yo tenía que ir a trabajar a la ciudad, mientras él se quedaba en la finca trabajando. Todos los días, coche para arriba, coche para abajo. Es cierto que, al no tener hijos, disponía de más tiempo libre y de vez en cuando, me salía a buscarlo para hablar con él y ayudarlo en algo. Más bien era por hacernos compañía. Aunque no me gustaba la vida en el campo, acabé acostumbrándome a ella.

El sueño de mi exmarido era vivir en un chalet en el campo. Sin embargo, cuando hablábamos de esos temas, le recordaba las innumerables ventajas de la vida en la ciudad: supermercados a los que vas andando, médicos cerca, paradas de autobús cerca, ir a trabajar en autobús, vida en el barrio, ahorro en gastos... Pero es mejor vivir en un chalet o en un bungalow en una urbanización de las afueras. A mí no me parecía mejor, yo sólo miraba los ingresos y los gastos y las cuentas no me cuadraban.

Es cierto que cuando me divorcié y viví sola, elegí quedarme en Arenales viviendo. Los dos últimos años de matrimonio vivimos allí y se constató lo que yo decía con respecto a los gastos y a los ritmos de vida. Prácticamente, sólo dormíamos en la casa de lunes a viernes y los sábados por la mañana, me perdía yendo de compras, a la peluquería, etc. Tan sólo nos quedaba el domingo y si yo me emperraba en no salir a casa ni de padres ni de otros familiares.

Siempre me gustó la ciudad, en concreto, una como Alicante, que no es grande. Vivo cerca de la estación y como me han llamado de un curso en Elche, voy y vengo cómodamente en el tren por 61 € mensuales. Por 7€ y pico, tengo 10 viajes de bono-bus, por tanto, puedo ir y volver de San Vicente, haciendo transbordo (por el precio de un viaje, subo en dos autobuses). Si me pongo enferma, puedo irme al médico andando y si tengo que salir dos veces a comprar porque se me ha olvidado algo, en un santiamén llego andando al supermercado. Tengo cuatro peluquerías en la zona, una esteticién y dos farmacias.

Como gasto menos tiempo en hacer las cosas, tengo más tiempo para perderme por el campo si me apetece.

5 comentarios:

  1. A mí siempre me gustaron más las ciudades.

    Sólo aguanto estar 2 días en 1 casa de campo jejej.

    Pero en Santa Pola NO se me hace tan pesado aguantar semanas ahí. Incluso se me hace más llevadero que estar en Alicante. Sobre todo si tengo una mala racha y necesito buscar mi chacra o como se diga, para desconectar (no me salgan pupas del estrés, etc) jajaj.

    En una ciudad lo importante para mí es la calidad de vida (tener cosas cerca, como: el trabajo, bancos, supers, médicos, estilistas...).

    Por cierto, ¿cómo funciona lo de los bonos de tren para Elche? Que hubo 1 día que me tocó currar en ahí y me puaron 2.10€. Jajaj si lo llego a saber ni me compro el billete, que no se pasaron a revisar :P

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  2. Hola, Lidia:

    El billete de ida y vuelta a Elche desde Alicante son 3,50 € y ahora sí que están pasando a revisar los billetes.

    Para comprar un abono mensual, puedes hacerlo desde las máquinas de la estación siguiendo las instrucciones o puedes comprarlo en la taquilla.

    Besos.

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  3. Perdona, te explico un poco más. Cuando llegas a la pantalla de la máquina, tienes varias opciones: sencillo (que es el que cuesta 2,10 €), ida y vuelta (que es el que vale 3,50, pero la vuelta la tienes que hacer el mismo día para un cercanías), dorada, etc. y mensual (que es el que vale 61 €).

    Como cuando sacas el abono mensual te pide el DNI, imagino que será personal e intransferible. También puedes seleccionar a partir de qué fecha quieres que surta efecto.

    Está bastante bien, porque hice una simulación de abono mensual comprándolo desde Elche hasta San Vicente universidad y, para mi sorpresa, también cuesta 61 €.

    Los mejores trenes de cercanías en mi opinión son los Civis, porque se suprimen algunas paradas como la de Torrellano, con lo que tardan unos cinco minutos menos en el recorrido Elche-Alicante. Desde el 1 de julio hasta el 31 de agosto, los Civis no circulan.

    Besos.

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  4. WenoRR... yo cogí el tren de las 21:00 para volver.
    Pero ya te digo, que si llego a saber que no pasa el revisor, me hago la sueca y si viene el revisor le digo que no me dió tiempo a comprarlo, porque perdía el tren, jaajja y se lo pago ahí mismo.

    Pedirán el numero de DNI porque lo pagas con tarjeta bancaria supongo. Que algunos datáfonos son así de curiosos.
    Y si que creo que se puede trasferir a otra persona, porque no creo que lleven tanto control. O por lo menos será como la piscina de las cocheras de Babel que se lo puedes trasferir, pero a alguien de tu mismo sexo jajja que si es distinto sexo canta mucho jaja

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  5. Mi sueño es una casita de madera con vistas al mar en un sitio tranquilo.

    Mi familia también era de esa de Alfredo Landa con el ford fiesta cargado hasta los topes camino de la playa. En nuestro caso todos los veranos íbamos a Santa Pola de camping, y fue ahí donde se me quedó grabado el hecho de querer vivir en Alicante. Vivo en Madrid (espero que por poco tiempo) pero detesto esta ciudad, soy más de un sitio tranquilo que no desolado, pero que tenga todos los servicios importantes cerca. Los extremos siempre atraen: el campo, una casa en plena montaña rodeada de nieve, una playa desierta... pero al fin y al cabo es lo que has dicho, la calidad de vida es la mezcla de todo, e igual que lo es del decorado, también lo es tener tiempo para gastarlo en lo que quieras, y no en ir y venir de un lado para otro.

    Aquí mi abono mensual me cuesta 55€, e incluye todos los medios de transporte públicos en Madrid ciudad y la periferia cercana. En mi caso como para ir al trabajo tengo que coger el tren y el metro me merece la pena, aunque nos hacen descuento en el metro por trabajar en el aeropuerto, pero si solo fuera un tren o el metro lo que tuviera que coger, sale mejor coger los bonos de 10, además, a las horas que yo voy y vengo los tornos están casi siempre abiertos de par en par, y hace años que no veo un revisor.

    Besos.

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