lunes, 31 de mayo de 2010

Volando cometas

He tenido un buen fin de semana, sobre todo el domingo.

Ayer me fui a la playa con mi amiga y sus hijos. Como este año no tenía casi dinero para hacer regalos de cumpleaños a los chiquillos, les regalé una cometa a cada uno, que es de lo más barato que encontré en la juguetería.

Ni la madre ni los niños habían ido nunca a volar una cometa. Yo no soy una experta, pero sí que he volado cometas con mi padre en la montaña, cuando íbamos de camping.

Llegamos a la playa sobre las seis, que es buena hora, porque el viento aún sopla con la suficiente fuerza. Mi amiga estaba preocupada, porque ella no lo había hecho esto antes y para su sorpresa, conforme terminamos de montar las cometas, salieron volando. Los chiquillos estaban emocionados.

Lo pasamos bien ayer por la tarde y cogimos un poco de color a pesar de llevar algo de protector puesto. Estuvimos en la playa hasta las nueve menos algo.

Como el mar tenía muy buena pinta ya, quizás vayamos a la playa el fin de semana que viene, para darnos el primer chapuzón de este verano.
Echo de menos Arenales.

sábado, 29 de mayo de 2010

Cuando vuelves a vivir con tu familia

Cuando regresé a casa de mis padres, temía no llevarme bien con mi madre. Además, ya estaba en marcha el asunto de mis padres y no tenía ganas de estar en el ojo del huracán. Ya tenía bastante con lo que mi hermana me contaba.

He intentado ser prudente con mis padres en casi todas las situaciones, pero a veces, no he podido contenerme y soltar lo que pensaba, sobre todo, a mi padre. La última pelea fuerte que tuve con mi padre fue a los 14 años y yo le pedí que no lo repitiéramos más. Así fue hasta que me divorcié, que tuvimos una discusión fuerte al poco tiempo y las últimas semanas de convivencia familiar han sido con altibajos en ese aspecto. Los últimos días que pasó él viviendo con nosotras intenté evitar cualquier conflicto que me provocara tristeza.

Sí echo de menos a mi padre viviendo aquí, pero tampoco se ha muerto, podré verlo cuando me apetezca y esté en Alicante. También siento que he perdido confianza en él. Un hombre no es lo mismo cuando simplemente es un hombre que cuando es tu padre, sobre todo, cuando siempre se ha portado bien contigo.

Vivir con mi familia ha sido bueno, porque yo no sabía que me hiciera falta compañía. También he descubierto que las tareas del hogar siempre están hechas, porque nadie se escaquea de hacerlas. Mi madre nos organiza un poco en ese aspecto, aunque nosotras sabemos perfectamente lo que hay que hacer.

Yo me estoy encargando de salir a comprar y hacer recados fuera de la casa, aunque también ayudo a mi hermana a limpiar la casa, miro si hay que poner alguna lavadora, pliego o plancho ropa y, alguna vez, he preparado la comida. Se me había olvidado lo bien organizada que estaba mi familia en cuanto a tareas del hogar se refiere; también he recordado lo que es tener un libro de recetas elaborado por ti misma; preparar determinadas comidas ha sido más fácil siguiendo la libreta de las recetas.

En cuanto a la libertad, sí tengo y mucha. Al principio de divorciarme, mi madre no aprobaba determinados comportamientos, pero lo cierto es que luego ella misma se dio cuenta de que cada uno necesita hacer su propia vida a su manera. Nadie puede imponerle a nadie nada, salvo lo que esté por ley. Cuando regresé a casa, hablé con ella y le expliqué el tipo de vida que estaba llevando. Ella dice que como no me meto en problemas, lo ve bien y a pesar de decirme al principio lo típico de "ya encontrarás a alguien mejor", ahora ha entendido que para estar bien no te hace falta nadie, sólo ser tú misma. Al final, acabó por respetar mi actitud hacia el sexo igual que yo respeto su manera de ver la vida.

Yo creo que vivir de nuevo aquí es lo mejor que me está pasando desde hace 4 años.

lunes, 10 de mayo de 2010

Dos divorcios, un bautizo y un funeral

Desde octubre de 2008, en mi vida familiar ha habido los cuatro acontecimientos del título de la entrada: dos divorcios, un bautizo y un funeral.




Primeramente, mi divorcio, lo cierto es que bastante tranquilo y pacífico, pero muy esperado por toda la familia y algunas amistades. Todos respetaban que siguiera casada, pero nadie quería que siguiéramos juntos.




Segundo, el bautizo de mi última sobrina. Un gran acontecimiento familiar, pero no tan grande como nos tenían acostumbrados mi prima y su marido. Me halagó profundamente el ofrecimiento de ser la madrina de mi última sobrina. Se llama Susana y le gusto mucho. Normalmente, no hago reír a los bebés, pero ella sí se ríe conmigo.




Tercero, la muerte de mi tía-abuela. Con ella, se ha ido la última persona que quedaba de la niñez de mi padre. Para él llega en un momento doloroso.




Por último, el divorcio de mis padres que me tiene en tensión desde que empezó. Me mantuve desde el principio a un lado de los comentarios familiares. Siempre he sostenido que mi padre y mi madre son buenas personas, tanto juntos como por separado. Yo no veo sólo a un hombre y a una mujer, sino a mis padres. No me gustan ni los secretos ni las mentiras, por tanto, aunque todo esto sea un proceso doloroso, es mejor que cada uno se descubra a sí mismo, que estar viviendo toda una vida de autoengaño. Tampoco soy amiga de vivir de cara a la galería ni de las apariencias. Si algo es verdad y es así, cuanto antes se reconozca y se asimile, mejor.



Un amigo mío, divorciado, dice que los hijos sufren menos cuando los padres se divorcian siendo mayores. No tiene razón. Yo veo el sufrimiento de ambos, también sé que ahora les espera ver la realidad de otra manera, pues no sé por qué, el mundo es distinto cuando ya no estás en pareja.



Es curioso que mi padre nos trate de nuevo como si fuéramos niñas pequeñas. Ante eso, lo único que yo hago es recordarle que no lo somos y hacer lo que yo creo oportuno, sí lo escucho, pero le recuerdo que yo ya sé elegir. Me da mucha lástima mi padre, me he dado cuenta de que nunca ha sido una persona feliz. Me preocupa cómo encare la soledad. Puedo ver llorar a mi madre, pero se me encogió el corazón cuando vi llorar a mi padre. Quizás sea porque sólo lo he visto llorar dos veces en toda mi vida o por las circunstancias que pasa. A veces, me gustaría ser un hombre para saber qué hacer o decir, porque no se me ocurre nada.



Mi madre me trata como si fuera una amiga con la que toma café... y yo le digo que busque sus propias amistades, pues no me apetece saber tanto de su vida. Entiendo su sufrimiento. No me gusta cuando se cuelga medallas, porque tampoco es tan perfecta como ella cree.


Por lo menos, ahora son auténticos los dos.


Tengo ganas de que todo esto acabe y de estar tranquila.