Cuando regresé a casa de mis padres, temía no llevarme bien con mi madre. Además, ya estaba en marcha el asunto de mis padres y no tenía ganas de estar en el ojo del huracán. Ya tenía bastante con lo que mi hermana me contaba.
He intentado ser prudente con mis padres en casi todas las situaciones, pero a veces, no he podido contenerme y soltar lo que pensaba, sobre todo, a mi padre. La última pelea fuerte que tuve con mi padre fue a los 14 años y yo le pedí que no lo repitiéramos más. Así fue hasta que me divorcié, que tuvimos una discusión fuerte al poco tiempo y las últimas semanas de convivencia familiar han sido con altibajos en ese aspecto. Los últimos días que pasó él viviendo con nosotras intenté evitar cualquier conflicto que me provocara tristeza.
Sí echo de menos a mi padre viviendo aquí, pero tampoco se ha muerto, podré verlo cuando me apetezca y esté en Alicante. También siento que he perdido confianza en él. Un hombre no es lo mismo cuando simplemente es un hombre que cuando es tu padre, sobre todo, cuando siempre se ha portado bien contigo.
Vivir con mi familia ha sido bueno, porque yo no sabía que me hiciera falta compañía. También he descubierto que las tareas del hogar siempre están hechas, porque nadie se escaquea de hacerlas. Mi madre nos organiza un poco en ese aspecto, aunque nosotras sabemos perfectamente lo que hay que hacer.
Yo me estoy encargando de salir a comprar y hacer recados fuera de la casa, aunque también ayudo a mi hermana a limpiar la casa, miro si hay que poner alguna lavadora, pliego o plancho ropa y, alguna vez, he preparado la comida. Se me había olvidado lo bien organizada que estaba mi familia en cuanto a tareas del hogar se refiere; también he recordado lo que es tener un libro de recetas elaborado por ti misma; preparar determinadas comidas ha sido más fácil siguiendo la libreta de las recetas.
En cuanto a la libertad, sí tengo y mucha. Al principio de divorciarme, mi madre no aprobaba determinados comportamientos, pero lo cierto es que luego ella misma se dio cuenta de que cada uno necesita hacer su propia vida a su manera. Nadie puede imponerle a nadie nada, salvo lo que esté por ley. Cuando regresé a casa, hablé con ella y le expliqué el tipo de vida que estaba llevando. Ella dice que como no me meto en problemas, lo ve bien y a pesar de decirme al principio lo típico de "ya encontrarás a alguien mejor", ahora ha entendido que para estar bien no te hace falta nadie, sólo ser tú misma. Al final, acabó por respetar mi actitud hacia el sexo igual que yo respeto su manera de ver la vida.
Yo creo que vivir de nuevo aquí es lo mejor que me está pasando desde hace 4 años.
Por un "divorcio" sin necesidad de papeles a mi me tocó volver a casa de los padres. Volví con la derrota en el rostro, con las orejas gachas, escondiéndome en un rincón donde nadie pudiera mirarme y ver en su cara una expresión de lástima. De eso ha pasado un año, y aunque la situación ahora es "normal", no pasa un día en que no quiera salir de aquí, porque este no es mi sitio, mi cuerpo me pide "hacer mi vida". Hay mil situaciones distintas donde querer puede ser similar a no poder, imagino que lo importante es continuar y no quedarte estancado por el camino.
ResponderEliminarUn saludo.
Me alegro de que la vuelta a casa de tu madre haya sido mejor de lo que pensabas. Es cierto: una vez te independizas, si por circunstancias de la vida, te toca volver a casa de los padres, siempre se tiende a pensar que la vuelta, la adaptación, será difícil. Pero todo depende de la actitud de unos y otros.
ResponderEliminarSi hay intención de llevarse bien, respeto y tolerancia, la convivencia puede ser muy agradable.
Ánimo
Mucho ánimo, Kelevra, yo creo que tendremos tiempo para todo, ya lo verás.
ResponderEliminarSí, Gata, mi familia ha cambiado mucho y eso ha propiciado el entendimiento. No soy la única que lo piensa.
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