domingo, 22 de agosto de 2010

Paternidad

Al hilo de mi entrada anterior, me gustaría hacer una aclaración: no tengo nada malo en contra de la paternidad, sólo que ya no estoy casada y no baso mis esfuerzos actuales en buscar un hombre para tener hijos con él.

De hecho, hoy me voy a comer con mi padre, al que quiero mucho. A mi exmarido también lo quería y para todo, sólo que se me jodió el invento por culpa de su desconfianza y de sus mentiras.

Mi amigo, el que vino del pasado, es un padrazo, yo lo sé. Cuando éramos jovencillos, se le daban muy bien los niños y ahora que tiene los suyos propios, es él el que los lleva para arriba y para abajo, el que se preocupa por sus estudios, etc. Yo sé que hay hombres muy bien preparados para ser padres y se comprometen sin que les cueste para cuidar y educar a sus hijos. Mi padre también fue un hombre joven comprometido con sus hijas. A él no se le caían los anillos para hacernos las coletas y lo que hiciera falta.

A mí me siguen gustando los hombres, aún con todo.

sábado, 21 de agosto de 2010

Inseminación artificial

Creo que no soy la única mujer sola que le pega vueltas al tema de la inseminación artificial para tener hijos.

Aunque soy muy consciente de la situación económica en la que estoy, lo cierto es que ahora sí me apetece tener un hijo. Desde que estoy con mi madre y con mi hermana, me siento más apoyada y veo que tengo tiempo para muchas cosas. Recientemente, he estado haciendo un curso fuera y aunque mi parte de las tareas de la casa no las hacía al completo, ellas se repartían esa parte que me faltaba.

A veces, pienso en que me gustaría tener un trabajo, para poder empezar a mirar la opción de quedarme embarazada. Como soy bastante fantasiosa, me quedo mirando la habitación y ya sé que me compraría una cama de 90, quitaría la de matrimonio y me montaría todo lo del bebé en mi habitación. Así no hay problemas con las noches. Cada vez me gustan más los bebés y los niños en general.

He estado mirando en qué consiste la inseminación artifical. Lo he consultado en la página web de la clínica Vistahermosa. He visto que el porcentaje de éxito para mujeres con donante anónimo es del 80 %, si después de tres o cuatro intentos (depende de la clínica) no te quedas embarazada, empiezan con la fecundación in vitro.

Los donantes son mayores de edad, jóvenes, han asumido el anonimato y se les ha estudiado para descartar malformaciones, problemas congénitos y enfermedades de transmisión sexual. La técnica es mediante la introducción del semen dentro del útero y previamente, se le realiza a la mujer una estimulación suave para que ovule, pero evitando que tenga un parto múltiple.

Lo que he visto por ahí para los casos de inseminacíón artificial es que su precio no es caro, ya que no se trata de una in vitro, que ahí sí que se dispara el precio. Normalmente, por lo que he visto, cada vez que pagas te inseminan una media de dos veces.

Tengo ganas de empezar este año la carrera, pero no me quito del pensamiento la idea de tener un hijo. Como aún tengo tiempo, esperaré un poco más.

Radio parque

Como ya comenté anteriormente en mi blog, me he pasado muchos años viviendo fuera de los núcleos de población, por tanto, apenas tenía vecinos y estos no estaban cerca de mi casa o no venían hasta que no empezaba el verano. Ahora, al regresar al barrio en el que me crié, he recordado lo que es tener vecinos.

Una no se puede bajar tranquilamente al parque sin que no sea sometida a un interrogatorio. Este verano, le he estado dando clases al hijo de mi amiga (un repaso del cole) y, de paso, tenía entretenida también a la niña con dibujos, actividades para niños de su edad, etc., pero querían bajar al parque, la madre estaba trabajando y me pidieron que los acompañara.

Ayer y antes de ayer bajé al parque con los niños. No puedo hablar con mujeres, porque todo el tiempo me fríen a preguntas a las que no me apetece contestar y cambio de tema. No puedo hablar con hombres, porque comienzan las preguntas sobre mi estado civil. Si estos hombres fueran jóvenes, a lo mejor les daba bola, pero como son jubilados, lo justo y necesario para no resultar descortés.

Ayer me encontré con una vecina que es la única persona que se mantiene al margen de todos los chismorreos, por eso, se sienta sola. Se sentó conmigo y me contó su viaje a Santiago de Compostela. Me pasé casi todo el rato hablando de su viaje con ella. Hablamos mucho de Galicia. Creo que en Alicante, cuando llega el verano, nos gusta hablar de dos cosas: el calor pegajoso que hace y lo bien que se está en Galicia que duermen hasta con manta por la noche.

Por supuesto que hago mi vida, no estoy pendiente de los comentarios de alrededor, muchas veces no escucho ni a mi madre, porque si prestara atención a todo, me volvería loca en unos días.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Las verdes praderas

El título de esta entrada se corresponde al de una película española protagonizada por Alfredo Landa y que hace poco he tenido la ocasión de ver.

En la película se narra el fin de semana de una familia de clase media de Madrid. Yo creo que está ambientada a principios de los 80.

Me ha gustado, porque me ha recordado a muchos de los momentos de mi infancia y mi adolescencia. Mis padres, al igual que les pasa al personaje de Alfredo Landa y a su mujer, también pertenecieron a esa clase media de finales de los 70 y primeros de los 80 que gozaban de una posición cómoda fruto del esfuerzo personal. Así, al igual que en la película, los fines de semana nos íbamos a una parcela que tuvimos primero en el campo y, posteriormente, un bungalow en los Arenales del Sol.

Lo cierto es, que al igual que en la película, nadie disfrutaba de esos momentos en la naturaleza o alejados del bullicio de la ciudad: mi padre porque aún así, tenía que salir escopetado para el aeropuerto todos los fines de semana; mi madre porque se pasaba el rato haciendo maletas, deshaciéndolas, volviéndolas a hacer, cocinando y limpiando la casa y cuidando las plantas y nosotras, por lo general, aburridas como una mona, ya que tanto en el campo como en la playa, fuera de la época estival, no había ni un solo niño con el que jugar. Nos poníamos muy pesadas para que nuestros padres nos dejaran invitar a alguna amiga o a alguna de mis primas.

Cuando crecimos un poco, esta situación empeoró, ya que cuando tienes 15 años, te apetece mucho estar con tu grupo de amistades. Recuerdo que odiaba ir a la casa de la playa, porque me desconectaba de mis amistades durante tres meses y apenas me daban permiso para coger el autobús e ir a Alicante a pasar la tarde. Hasta los 16 años, no empecé a aceptar la playa para pasar el verano. Fue mi primer verano de trabajo y lo hice por no estar aburrida. Gracias al trabajo, hice mis primeras amistades de verano.

El tiempo pasó, conocí a mi exmarido y me fui a vivir con él enseguida. Las primeras semanas vivimos en la ciudad, pero pronto, por razones de trabajo, nos fuimos a vivir al campo. Yo tenía que ir a trabajar a la ciudad, mientras él se quedaba en la finca trabajando. Todos los días, coche para arriba, coche para abajo. Es cierto que, al no tener hijos, disponía de más tiempo libre y de vez en cuando, me salía a buscarlo para hablar con él y ayudarlo en algo. Más bien era por hacernos compañía. Aunque no me gustaba la vida en el campo, acabé acostumbrándome a ella.

El sueño de mi exmarido era vivir en un chalet en el campo. Sin embargo, cuando hablábamos de esos temas, le recordaba las innumerables ventajas de la vida en la ciudad: supermercados a los que vas andando, médicos cerca, paradas de autobús cerca, ir a trabajar en autobús, vida en el barrio, ahorro en gastos... Pero es mejor vivir en un chalet o en un bungalow en una urbanización de las afueras. A mí no me parecía mejor, yo sólo miraba los ingresos y los gastos y las cuentas no me cuadraban.

Es cierto que cuando me divorcié y viví sola, elegí quedarme en Arenales viviendo. Los dos últimos años de matrimonio vivimos allí y se constató lo que yo decía con respecto a los gastos y a los ritmos de vida. Prácticamente, sólo dormíamos en la casa de lunes a viernes y los sábados por la mañana, me perdía yendo de compras, a la peluquería, etc. Tan sólo nos quedaba el domingo y si yo me emperraba en no salir a casa ni de padres ni de otros familiares.

Siempre me gustó la ciudad, en concreto, una como Alicante, que no es grande. Vivo cerca de la estación y como me han llamado de un curso en Elche, voy y vengo cómodamente en el tren por 61 € mensuales. Por 7€ y pico, tengo 10 viajes de bono-bus, por tanto, puedo ir y volver de San Vicente, haciendo transbordo (por el precio de un viaje, subo en dos autobuses). Si me pongo enferma, puedo irme al médico andando y si tengo que salir dos veces a comprar porque se me ha olvidado algo, en un santiamén llego andando al supermercado. Tengo cuatro peluquerías en la zona, una esteticién y dos farmacias.

Como gasto menos tiempo en hacer las cosas, tengo más tiempo para perderme por el campo si me apetece.